Van descubrió en aquel fenómeno una prueba suplementaria de que el tiempo real está en relación con el intervalo que separa los acontecimientos y no con el desarrollo de éstos, con su combinación o con la sombra que proyectan sobre la fisura por la que transpira la pura, la impenetrable textura del Tiempo. (Ada or ardor, Vladimir Nabokov)

Reacomodando, desempolvando todos mis fantasmas, día 1:
Resulta que, buscando entre papeles viejos y olvidados, me topé – este es un verbo que poco tiene que ver con el barrio Rivadavia, desde donde escribo esto ahora,lo más adecuado hubiese sido utililzar el más automovilístico «choqué», pero jamás «encontrar» porque sería llevar la mentira demasiado lejos – con los siguientes versos sin fecha:

Desprotegida,
no tiene más que agarrar de la mano un cardo,
pincharse de sangre incestuosa
y vivir con la conciencia liberada
de amor y culpas,
contaminando a quien tiene suerte,
quien sabe bajar las defensas
cuando es necesario
arder de deseo.
Camina por los robles del invierno
sin quemarse las suelas de las pestañas,
porque ¡cuidado si te mira!,
tratá de sentarte en una vergüenza
de arena  salitre,
dejate llevar al abismo,
que siempre dura treinta años
(si vale la pena)
– porque vale la pena –
hasta que aplanes el ego,
también indefenso,
pinchado,
perforado,
intenso,
ardoroso.

Reacomodando, desempolvando mis fantasmas, día 2:
Y con la lectura de Ada or ardor de fondo, metido agónicamente en la prosa de Nabokov, alejado del tiempo astronómico, del mundo del cielo estrellado, continúo encontrando signos (casi)perdidos…
…No tenía mucho más por decir. Los sentidos apuntando. Preparen y ¡fuego! Siempre saldrá algo. No pensó en la inmovilidad, porque si esa esfera enorme nunca para, será por algo. Ese algo. Como la escritura, esa máquina del deseo irrestricta, que se apodera del segundero para mojar su pluma en la fuente de la eternidad – qué pretencioso suena eso, todo bien de cualquier época menos del año 2020, al que debería volver de vez en cuando – Ser lo que dura este ejercicio profano, el de inventar signos y darles significado. Magia negra al alcance de todos los movimientos. Y, sin embargo, cada vez menos consciente. Jugar sin sentido es para suertudos – o hubiese sido mucho mejor poner «afortunados», pero se ve que justo en ese momento me acordé del gato de la serie Alf -. Cuando se sabe esto, cuando se entiende, no hay vuelta al goce, al inicio. Saber cuándo frenar, luego apurarse y luego – una especie de anáfora en prosa, parece que es un vicio que tengo desde siempre, parece que mi escritura tiene ese vicio, parece…- mirar a la cara de quien no lo comprende. En esa expresión única de ignorancia, la bondad de la inocencia, el rencor del escribiente, eterno condenado a cargar una piedra – ¡Sísifo, Sísifo rey de Éfira! -, que es un origen sin sentido….

Reacomodando, desempolvando mis fantasmas, día 3:
Claro que a esta altura estarás pensando ¿qué carajos quiere decir con esto el escribiente? ¿Lo habrá vencido la locura? ¿Será que la realidad y sus esperpentos lo llevaron al colapso definitivo? ¿Qué es un escribiente sino un doliente de la realidad? ¿Cómo sobrevivir al espanto diario de las situaciones límite desnivelándose todo el tiempo? ¿Cómo escribir en tiempos de crisis, esos instantes de mambo existencial que ponen en duda todo el futuro? No tengo las respuestas, y me aventuro a contarte un secreto: nadie las tiene. Pero hay un juego perverso, que es ese de buscar imponer opiniones sobre cada cuestión que surja. Podría haber elegido enumerar situaciones horribles, que ya padecés todos los días, al igual que yo. Pero dejo eso para las redes sociales y los portales (des)informativos. Ahí sí que hay manipulaciones peores que las que practico yo. Un escribiente del barrio Rivadavia de Batán-Mar del Plata, una nada en el cielo del invierno más crudo de la última década – esto sería un caso típico de manipulación, porque en verdad no puedo precisar semejante cosa, me dejo llevar por lo que siento en este momento, que es un frío del orto -. No te rías, voy en serio – ¿de verdad? ¿o de puro gesto nomás? ¿es mi gesto o la escritura? – Sigo leyendo como si de eso dependiese mi vida, pero no es así y nunca lo va a ser. Pero soy alguien más que le gusta creer en lo inevitable, en lo imposible de abandonar una misión – y acá estoy haciendo una referencia muy pelotuda, a la película de Brian de Palma que protagonizara Tom Cruise, y que también fue una serie famosa, Misión Imposible, que sería una especie de metáfora del escribiente en busca de lo inefable, todo muy de romanticismo fuera de época – que es la de apilar signos uno al lado del otro, tratando de generar algún sentido.

Reacomodando, desempolvando, día 4:
Me olvidé de transcribir el papelito encontrado ayer, entre las cartas de alguien que creyó haberme amado alguna vez, hace siglos…
…El frío arde, hoy, en tu ciudad,
los problemas nacen de madrugada
y tu vientre hace ruido de injusticia

los disparos suenan lejos,
llevan letanía de clase bajo el brazo,
pero se sienten tan cerca, tan cerca

tenés que agudizar ese oído,
darte vuelta y tratar de olvidar,
porque alguien está dispuesto a matarte

salís volando, como impulsado de violencia,
siempre creés llevar la razón,
que ahora apunta a otras nucas

vas a disparar aunque no quieras,
el terreno está sembrado de pruebas,
te van a convencer de que es tuyo el revólver

a la vuelta de todo, los infiernos,
el tuyo, el mío, el de los muertos,
todas las injusticias que cargaremos

para
disparar
otra vez

¿Estaría haciendo catarsis? Tal vez sacando para la escritura – que es afuera – un situación de gatillo fácil, un crimen institucional. ¿Por qué el verso? ¿Para dejarme vacíos que me permitan seguir? ¿Para recordar mejor? Ahora no entiendo. Sé que por esos días seguía leyendo a Nabokov, pero ahí no hay nada de él ni de sus novelas, ni de su forma de escritura, esa forma tan deformante, esos narradores – los imagino muchos – que no se cansan de explicar lo explicado, que viven avivando la llama del lector, que adelantan, que retacean, que sobredimensionan. ¿Habrá sido efecto de una lectura? ¿Me vida es el efecto de una lectura, o de un par de lecturas? No lo puedo saber. Lo único concreto es que a veces me dicen mucho eso de que soy un poco raro. ¿Raro yo? Da igual, Nabokov va a haber existido y seguirá existiendo, y yo no tengo la culpa, ni la voy a tener.

Reacomodando, desempolvando, día 5:
Lo que sí, ya va siendo hora de que termine mi relación con el escritor ruso mas americano del siglo veinte – ¿o tendría que poner 20?, ¿o mejor XX ?-. Todo debe concluir en algún punto, y mejor que sea sobre el final. También termino los días de ordenar y encontrar – esto es una contradicción, si seguiste adecuadamente la lectura hasta acá, te vas dar cuenta – papeles viejos, que habían quedado rezagados en recovecos lejanos del departamento. De a poco recupero el presente, vuelvo al contador de contagios y de muertes, al Tik Tok y qué se yo. Pero no puedo pasar por alto este fragmento, que me parece – era obvio, está planeado desde el momento en que me puse a escribir esta especie de lo que sea – es el indicado para ser llamado punto final, al menos por hoy…
…No es mi intención mirar para otro lado, pero a veces es difícil, duelen las manos y no quedan lágrimas por llorar. Alguien lucha por un descuento en el lavadero de autos y eso es todo. Secos. Todes. Y yo no sé cómo diagramar transformaciones sin tocar los costados que duelen, están podridos desde siempre…

*Será que se terminó todo. A lo mejor no vuelva a escribirte más, a lo mejor fue mi último día como escribiente. Continuamos desde acá:

*************esperando***************Humildemente, Juan Scardanelli*******************************Contacto: juanmanuelpenino@yahoo.com.ar******************************

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