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No quería hacer esto pero es miércoles a la noche y llueve. O, tal vez, estoy escribiendo desde algún pasado, porque el pasado es múltiple – ya me voy a explicar mejor -. Hasta ahí con la extensión temporal, porque el futuro no forma parte de nada. No se puede escribir en el futuro. Y créanme porque lo intenté varias veces. El tiempo nada tiene que ver con la literatura de predicciones o la ciencia ficción  de carambola, esos textos que se empeñan en inventar dispositivos que son muy similares a los que ya existen. Entonces sólo, uno, cualquier noche de lluvia, se pone a leer una de esas historias buscando algún aparato similar a una tostadora, pero que además de quemar con cuidado el pan, está conectada a una especie de red mundial, capaz de terminar para siempre con la soledad en el universo. Pero nada, nada, podrá terminar con la soledad, porque sino para qué escribir en primer lugar – y acá abro una especie de paréntesis aclaratorio, para anotar una breve lista de cosas que no son literatura: espacio para hacer catarsis, manera de terminar con la soledad, sector de resistencia o barricada cultural, política y social, artilugio para lograr tener sexo o dinero, manera de distinción o especificidad honrosa, profesión, cartel donde depositar grandes verdades, mecanismo para conformar clubes de fans, club de comedia, instrucción educativa, prospecto para la vida, gran denuncia de injusticias, ejercicio de disciplinamiento, y más -. Con la soledad lo que se hace es estar solo, y en este tipo de días, sufrir un poco. Tampoco tanto, si uno tiene la estufa adecuada, ahora vienen unas muy funcionales y a prueba de idiotas como yo, porque tienen un vidrio frontal que no logra nunca llegar a calentar a una temperatura de riesgo de quemadura. Además, este hermoso aparato, se da cuenta sólo cuando ya hace demasiado tiempo que está encendido y se auto apaga. Y quién pudiera crear un humano de esa índole, al menos, en una novela de ciencia ficción. O tal vez sería el comic de un súper héroe, con ese súper poder de auto stop, y nos vemos en la próxima vida. Pero todo eso es literatura especulativa, por fuera del tiempo. Y yo quiero que esto se entienda, todo lo que escribo está adherido a esa especie de envase todo poderoso, que llamamos tiempo. Y que consta de dos dimensiones, este presente que se me escurre continuamente y el pasado que me puso acá, esta noche lluviosa, con estas palabras, porque claro que todo lo que diga o vaya a escribir me viene dictado desde esa estrella – nótese atentamente la utilización de la metáfora astronómica, eso de que la estrella que observamos en el oscuro cielo, no es más que el reflejo de lo que alguna vez fue una estrella-. Pero no intentes verla, porque hoy llueve y el cielo está cerrado, y no te quiero arruinar una metáfora. A pesar de haber dejado en claro esas dos únicas dimensiones, los invito a contemplar las constelaciones periodísticas, que se empeñan en hacer futurología, como si en verdad creyesen que el futuro es parte del tiempo. Por ejemplo, hay quienes hablan de fechas para la salida de las crisis: económica, social, de salud, etc. También hay quien vende continuamente esta especie de creencia sin fundamento, prometiendo resultados que no tiene idea si serán así o de otra forma. Y no nos queda otra que tener fe, entonces compramos determinada historia, a veces en forma de objeto o persona, le creemos convencidos de que el futuro es parte del tiempo, hasta que nos damos la cabeza contra el espejismo, ese mismo que se generó en el pasado y que se aventuró en el presente. Y qué decepción, y vuelta a empezar. Pero la vuelta nunca es lo mismo, es más bien un recuerdo berreta actualizado, incapaz siquiera de respetar los mismos colores. El pasado siempre tiene una mejor calidad de transmisión, una suerte de súper ultra HD. El futuro está codificado, y no habría que aventurarse a comprar el deco-trucho, en verdad, puede ser irreversiblemente dañino…¿El sueño forma parte del tiempo? No, el sueño es un programa del tiempo-pasado pero muy mal editado. Se cocina en el pasado, se consume en un presente sin consistencia. Tal es así, que nunca un mal sueño – por más terrible que sea – puede generar un trauma. En muchos sueños me han matado y he experimentado todo tipo de situaciones horribles. Sin embargo, alcanza con que me despierte, vaya al baño y vuelva a la cama, para que el mal trago haya pasado…pasado… El tiempo más útil y al que hecho mano ahora para llegar al punto central de este dislate que voy a llamar reflexión. En poco tiempo este ahora va a ser pasado. Yo ya no voy a ser yo y vos no vas a estar más leyendo estas palabras. Vas a ir a mear al baño, vas a volver a tu celular, a tu habitación o a lo que sea, y ya no vas a ser el vos que lee. Y, también lo acepto, no va a quedar casi ninguna marca de la lectura que propongo, porque esta es una reflexión corta, que tampoco tiene un orden específico, que no está diseñada para generar un sentimiento fuerte. Eso es hablar del tiempo, una cosa que no entendemos demasiado….El lunes a la noche, sufrí lo que se conoce como deja vu. Era una noche lluviosa como la de hoy, iba en un auto por la avenida Jara, al fondo. Delante mío se cruzó una moto haciendo “wheelie”. Por suerte, el conductor salió ileso de la maniobra, pero mi cabeza se figuró que la persona se caía al duro asfalto, y que a partir de allí comenzaba una larga lucha por sobrevivir, con ambulancia, médicos, operaciones riesgosas, convulsiones, noches en terapia y rehabilitaciones eternas. Eso era algo que traía del pasado, me vi a mí en una situación vivida hace más de diez años. No elegí que mi cabeza se perdiera en ese vericueto. Me pareció una especie de trampa. Soy muy bueno para ponerme trampas. Esas noches vividas parecieron otro tiempo, un pasado distinto del pasado más cercano al acontecimiento. Inclusive, ese momento del deja vu, duró un tiempo muy espeso, mucho más que la simplificación nominal que propone el pobre cronómetro de cualquier reloj. Porque el tiempo no se puede abordar como un fenómeno objetivo, no podemos escapar nunca de nuestra subjetividad…Mientras soy el yo que escribe esto, el tiempo que en reloj fueron dos horas, para mí significaron poco más que quince minutos. No estoy seguro de lo que midió el reloj, nunca me puse a prestarle atención. Porque los seres humanos sentimos el tiempo, lo percibimos de otra manera, con otra profundidad. Lenguajes ideales, abstenerse, eso tampoco es la literatura. La literatura es tiempo+lenguaje. O, mejor dicho, literatura es tiempo (+lenguaje), porque el tiempo – que es pasado y presente – lo abarca todo. ¿Cualquier todo? No, solo el todo que yo y vos nos podemos figurar, y que es muy poca cosa… Es miércoles a la noche en el barrio Rivadavia, las persianas de las casas están bajas, nadie anda caminando el ahora. Yo – que no es el yo de ahora – no paro de apretar teclas que vienen del pasado, tratando de saltar hacia un futuro que me empeño en imaginar mucho más respirable, existente. Ojalá que te encuentre con una sonrisa comprometida en la cara, bañada de sol de verano, sin todo lo que este presente – que ya tampoco es este presente – nos pone delante, para obstruirnos con su mal guión de película de ciencia ficción clase B.

*El fin del mundo ya pasó, porque es una invención del pasado, en un presente que ya no está:

*********Humildemente, Juan Scardanelli, desde la República de Rivadavia***************************No es el fin, pero tengo un mal día***********************************************************************************Contacto: juanmanuelpenino@yahoo.com.ar**********