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Salir a la cancha

Salir a la cancha

Ya intenté catorce veces escribir, al menos, una primera
oración. No me sale, y eso es raro. De las pocas cosas que puedo destrabar en
mi vida es la escritura, que por lo general fluye sin mayores inconvenientes. Pero
esta vez resulta diferente. Será porque el motivo me sobrepasa por completo. A
lo mejor, me pasa lo que a la mayoría de les argentines, estamos desbordades,
no podemos explicarnos cómo puede pasar tan rápido el tiempo, cómo las cosas
que creíamos eternas se desvanecen en unos segundos, cómo las alegrías se
empiezan a apilar allá lejos en algún lugar del pasado, y qué poco y cuánto
cuesta traerlas de nuevo al presente. El siempre más insoportable presente.
Entonces se nos va el más impresionante de los personajes que podríamos haber
imaginado todes juntes, a la vez, y por única vez. Como catarata caen
las comparaciones, los recuerdos de anécdotas hermosas, llantos de personas que
no lloraron nunca, emociones desbordadas de quienes están imposibilitados
emotivamente para la expresión en el resto de las cuestiones que aquejan sus
vidas, frases inolvidables, episodios escandalosos, desmesuras inentendibles y
un largo etcétera, con la firme certeza de que la vida, a partir de acá, va a
ser un poco más triste. Y de que, claro, quién no se va a parar ante lo
imposible, a intentar lo imposible, mientras un pensamiento lo persigue sin
dudar: «como Maradona», «hay que hacer como Maradona»…»Si yo fuera Maradona»… Para
toda la vida, el héroe de los mil pueblos.

Un adjetivo imborrable: maradoniano, y un sin fin de perlas
futbolísticas, en la cancha, el lugar donde sabemos que se juegan las cosas en
serio. Siguen los poemas, las ofrendas, las historias, los recuerdos
cargados de sentimientos hermosos, y esa sensación de que lo glorioso pocas veces
vuelve a repetirse en la vida de una persona de a pie. Esa sensación de que lo mejor
ya nos dejó lejos, se quedó en el pasado, que es fijo y trae consigo una mezcla
de sabores que lo hacen el más vivo de los tiempos. En ese lugar quedan todas
las cosas que luego vendrán a la memoria, en presente, aleatoria y caprichosamente.
Seguro, para las grandes mayorías, para todos los pueblos, para su pueblo, para mí, la imagen
de Diego recortada del horizonte terrenal, será parte de las evocaciones más lindas
y deseadas para afrontar el día a día, para salir a la cancha, una vez más…

  

******Juan, desde el barrio Rivadavia, triste pero andando******************************************

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