Hay momentos
en que la vida nos deja desamparados, y eso es una afirmación difícil de rebatir.
De vez en cuando, si se tiene suerte, pasa alguna cosa que nos deja sin
explicaciones, sin argumentos, sin fuerzas para seguir lo que comúnmente hacemos
(casi)todos los días. La rutina pierde su sentido, los placeres de la vida no
se pueden saborear, la angustia le gana a todo por goleada. Confieso que cuando
me ataca esa mala enfermedad, suelo aferrarme a la primera parte de En busca del tiempo perdido de Proust. Y
no lo digo con orgullo de lector, o por esnobismo de tres cuartos, sino porque
es así y punto. Cada quién tira su cable a tierra donde puede, ¿no? Hubo un
tiempo que lo hacía viendo algún partido de fútbol o una comedia en la tele.
Pero desde hace años que no tengo televisor, y que mirar cosas por la
computadora es todo un trastorno, es un artefacto que tarda mucho en prender,
las páginas a veces se caen como así también internet, y además soy de la
generación de “El mundo de Disney”, que conducía un tipo muy simpático de
apellido Greco (si mal no recuerdo). Eso estaba más que bien, la tele era un
aparato confiable, con un tubo bien aguerrido y botones que había que presionar
con mucha fuerza para que funcionaran adecuadamente. Salvo falta de luz, la
televisión andaba siempre perfectamente, eso sin necesidad de haber
desarrollado inteligencia alguna. Pero esos tiempos ya no están, Disney es una
cagada y los televisores son tan caros como frágiles, y demasiado inteligentes
para asociarse con otras empresas multinacionales del entretenimiento, que se
encargan de seleccionar todas las cosas que de seguro van a ser de tu agrado,
de mi agrado, y de todos los agradadores que estén conectados vía lo que fuera,
que son dos o tres oferentes de conexión a la internet, el gran negocio del
siglo XXI. Aclaración N°1: cuando digo siglo XXI marco la resistencia residual
del Imperio Romano y su lengua, porque a esta altura del partido podría haber
escrito “siglo 21” o “siglo veintiuno”. Pero hay cosas que nunca cambian, o que
se toman más tiempo que otras. Como sea, entonces parece que estamos pasando un
momento particularmente complicado en la Historia, con guerras que se
multiplican, refugiados que también, gobiernos que no dan con las soluciones
para problemas básicos de sus poblaciones, gobiernos que reprimen a sus
pueblos, pobreza que no para de aumentar, riqueza y capital intelectual que se
concentra cada vez más en menos gente, confianza infundada en la utopía del
mercado, y demás cuestiones que podría estar lo que resta del año enumerando.
En resumen, las cosas no cambiaron para bien en lo que va de este siglo, y
tampoco había que ser un Nostradamus para haberlo anticipado. En fin, por todas
estas cuestiones empecé la semana de mala manera y con poca guita, lo que me
llevó a refugiarme en la obra magna de Proust. Aclaración N°2: podría haber
escrito “gran obra de Proust”, pero el latín sigue influyendo cada cierta
cantidad de palabras, tal vez porque otorga una especie de prestigio que para
lo que yo escribo sirve de muy poco (de nada). Seguimos con lo que quería
transcribir de esa primera parte monumental de En busca del tiempo perdido:

“Y no es
que a veces no aspirara a un gran cambio, que su vida careciera de esas horas
excepcionales en que sentimos sed de algo distinto de lo existente, cuando las
personas, que por falta de energía o imaginación no saben sacar de sí mismas un
principio de renovación, piden al minuto que llega, al cartero que está
llamando, que les traigan algo nuevo, aunque sea malo, un dolor, una emoción;
cuando la sensibilidad, que la dicha hizo callar como arpa ociosa, quiere una
mano que la haga resonar, aunque sea brutal, aunque la rompa; cuando la voluntad,
que tan difícilmente conquistó el derecho de entregarse libremente a sus
deseos, y a sus penas, desea echar las riendas en manos de ocurrencias
imperiosas, por crueles que sean”

Una
parrafada bien larga, donde la seguridad del lector puede ser reconstruida,
donde se aprecia fácilmente que lo que se está leyendo es una manera de
inmersión profunda, lectura de larguísimo aliento y fresco, con todo el sentido
de las cosas que parecen trascendentes. En seguida, porque no podemos funcionar
de otra forma, ese tipo de reflexiones son trasplantadas al presente, al hoy y
ahora. Porque se presume algo universal en ese tramo de Proust, una sensación
que pudimos tener todas las personas en cualquier momento de la existencia.
Esa: que a veces por el hecho de sentir algo nuevo, a lo mejor la cagamos. En
eso estaba pensando a poco menos de dos semanas para ir a votar por última vez
en el año. En que a veces las emociones nos traicionan, o somos nosotros
quienes las forzamos para que nos traicionen, y todo por un capricho, o por un
dolor mal cagado, o por un resentimiento sin sentido. Qué necesario ir
corriendo a esas páginas cada vez que tengo una duda sobre qué camino voy a
tomar mañana cuando me vuelva a levantar. Definitivamente hay dolores que no quisiera
volver a sufrir, y mucho menos desearía que los sufran las personas que tanto
aprecio. Aclaración N° 3: Una vuelta, una persona que yo amaba muchísimo me
expresó que me “apreciaba”. Ese día entendí  que un buen diccionario, tal vez, me hubiera ahorrado
la experiencia del rechazo. Me tomó un tiempo darme cuenta a lo que se refería,
porque parece que “apreciar” es la forma delicada de decirle a otra persona: “no
quiero estar con vos”. Pero voy a intentar recuperar esa palabra y otorgarle un
valor bien positivo, similar al del amor, como para vengarme de aquel rechazo,
y para tratar de cambiar el pasado, aunque sabemos perfectamente que eso es
imposible.¿ Pero quién nos dice que con las palabras no podamos cambiar los
tiempos, no podamos modificar el todo?. Aunque cuidado, mejor ir por lo seguro,
sabemos muy bien que los cambios del pasado pueden generar tragedias en el
presente, y borrar de un plumazo todo tipo de futuro. Vuelvo a dudar. Vuelvo al
fragmento de Proust, vuelvo a calmar esa ansiedad que solo por el hecho de
expresarse puede llevarme al error más doloroso.


*Si nos peleamos, que sea por algo mucho mejor:

*****************************************************************************************humildemente, Juan***************detrás de esa luz que arrase con todo el fascismo del barrio Rivadavia***************

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