Ejercicio
de psicología barata y zapatillas de lona: pensar siempre en el ahora, porque
el futuro es el hogar de la ansiedad, y el pasado la casita de la angustia.
Pasa que habría que poner algún tipo de advertencia, porque no vaya a ser cosa
que termines chocándote con la misma piedra una y otra vez, y todo por no haber
prestado un poquito de atención a ese pasado, siempre amenazando con una depresión. Y
por ahí, para no pasar como un frenético ansioso, te olvidás de que el mes que
viene es el cumpleaños de alguien importante en tu vida, y como no quisiste
adelantarte, bueno, se te olvidó y te fuiste de viaje. De todo esto podemos sacar
la conclusión de que, ok, el presente y nada más puede funcionar como refugio en ciertas ocasiones en las que los demás tiempos nos juegan en contra.
Pero no se puede vivir encerrado en la burbuja del aquí y ahora. Y atención,
digo que no se puede. No estoy diciendo que no se debería. Es algo distinto.
Por ahí es aceptar que el presente es tricapa, o que va mudando de colores
según la ocasión, como ese personaje de película monumental del siempre
cancelado –y por razones varias muy atendibles – Woody Allen. La historia en cuestión es la del
apodado camaleón, Zelig, un tipo que adopta la forma y el registro de la
persona que tiene en frente. Es un sobreadaptado total, que pierde su propia
personalidad para fundirse en la situación que le toque enfrentar, pero de una
manera exagerada. Bien, según esta comparación forzada que propongo, el
presente sería como Zelig, el hombre camaleón. Es como que no sabe bien qué
carajos es, porque no termina nunca de caer en el momento que sería el suyo por
excelencia, porque cuando lo piensa lo hace en alguno de los otros dos tiempos, que sí
tienen identidad definida. Por ejemplo, ahora mientras escribo, nunca es exactamente
presente. Golpeo un teclado y lo que sale es pasado, que fue futuro hace un
rato cuando tenía en mi cabeza la idea de escribir algo que tuviera que ver con
una película, preferentemente una comedia. Y además quería algo de incorrección
política, tal vez un director de cine cancelado. ¡Claro! Woody Allen era una de
las opciones que ranqueaban más alto, seguido de cerca por Clint Eastwood, y
casi a la par del peor de todos, Mel Gibson, El Patriota de la cancelación.
Zelig se fue adaptando a cada instante, y buscó su realización entre estos dos
movimientos, entre estas dos patologías hermosas: la angustia y la ansiedad.
Así podríamos definir al ser humano, al menos el día de hoy, como para extender
el presente y que goce de unas horas de plena identificación con algo, antes de
que vuelva a chocarse con la misma idiota idea: ser un poquito pasado, ser un
cachito futuro, terminar no siendo nada. Máxima existencialista: el presente es
la nada. Perfecto, otra de esas frases que no ayudan un carajo, como politólogo a
las doce de la noche intentando dar con una razón de por qué un grupo de
personas quiere el estallido una semana, pero a la otra prefiere la
estabilidad. Un ir y venir entre contradicciones, que también serían parte de
un adn siempre en fuga. El adn está hecho un poco de la necesidad del presente
por aferrarse a algo, antes de desaparecer en los otros tiempos. Nadie duda del
adn. Es más, es el adn lo que nos saca de cualquier duda, el final de todo, la
prueba que te manda a la silla eléctrica, que confirma que vos sos vos por
fuera de cualquier suspicacia. Una cosa (o cadena de cosas), que probarían que hay
algo distintivo en cada uno de nosotros, un rastro innegable completamente
constatable y que da por tierra con las especulaciones. Algo así debería ser el
presente. Sin embargo, no tiene semejante cualidad. ¿A dónde iremos a parar,
entonces? Al infierno del pasado, con sus imágenes petrificadas, tan irreales y
borrosas como el futuro que se construye con más de la mitad de las cosas en el
aire, con un componente altísimo de probabilidades de no existir. ¿Existir?
Máxima número no sé cuánto: existir es compatible con tu adn. Si tenés esa
cadena de cosas, entonces sos algo material, analógico. Felicidades por eso,
porque hoy en día ser parte de la física resulta cada vez más difícil. Por
ende, debe resultar más sexy, supongo, que ser una red de otras cosas de dudosa
existencia, como los algoritmos. Ese tipo de identidad se da por fuera de la
física, y resulta otro misterio que vaya a saber cómo carajos llegamos a crear,
nosotros bestias de dos patas, que caminamos de casualidad y que no podemos
arreglar nuestros pleitos sin desearle la muerte a alguien más. El presente es
una buena puteada, eso seguro. Y existir es ese momento en el que la bronca nos
transforma la cara, y somos todo un YO gigante y con las venas hinchadas,
incapaces de pensar en angustias o ansiedades. O eso pensaba hasta hace un
rato, cuando era un reflexivo pasado. Pero mis emociones se fueron al futuro,
porque el sábado me voy a ver un recital que tengo muchas ganas de disfrutar, y
que ya estoy imaginando como inolvidable. ¿Y cómo saber que algo será
inolvidable, si no hay pruebas? Calculo que tendrá que ver con el deseo, pero
como todo es tan mudable, como vivimos caminando sobre una roca que flota en un
universo que apenas si podemos imaginar… Eso, un universo que solo podemos ver
en pasado y de noche, que paradójicamente es cuando más nos cuesta ver. ¿Y cómo
habremos llegado a ser este bicho extraño que somos? Preguntas que no sirven de
mucho hoy, afirmaciones que sirven para volver a empezar. ¿Cómo era el
principio? Ejercicio de…

…Filosofía
barata y zapatos de goma:

*Todo para
terminar en una música de Charly García, porque cumplió años, y es de lo único
de lo que en verdad soy fan**************humildemente, Juan*********no vi tu alma y quería tus venas****************

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