“Esta es
una época apta para el apocalipsis” (Leónidas Lamborghini)

No te
asustes, las cosas no son tan así. Regla número 1: no hay que tomar tan literal
cada frase que escribe alguien, un buen día de la semana que lo inspira por
alguna razón, y entonces pasa lo que tiene que pasar…pero después no es tan
así, porque uno necesita, en todo caso, que el mundo no se vaya al carajo por
unos días más, para que algún lector / alguna lectora pueda llegar a leer esa
gran frase, una que adelanta lo inevitable de un razonamiento que ya razonaron un
montón de otras personas, pero se olvidaron de utilizar en un texto. Caramba, y
se sufre esa sensación tan genial del “se me podría haber ocurrido a mí”. Y
claro que no es verdad, pero a veces el escritor / la escritora da en el clavo,
y da tanto en el centro que se acerca mucho a lo que uno tenía en la punta de
la lengua y…Es posible que entre la rutina y los debates presidenciales, el
cerebro llegue con lo justo a fin de mes, y que haga más falta que nunca parar
para fumar un faso. Gracias por eso, tarde hermosa en el barrio Rivadavia,
esquina primaveral debidamente ambientada, un remanso que sirve para poder
soñar algo lindo a la noche, y que de repente sea mañana y las cosas estén más
o menos en un lugar peor. De eso es que hay que escribir en estos días. Una
ciencia ficción desmoralizada, futurísticamente agotada en angustias que no se
van a reparar. La historia de un tipo que se levanta todos los días a la misma
hora, y que se empeña en poder seguir durmiendo un rato más, pero nunca lo
logra. Entonces, en la desesperación, decide comenzar una huelga de sueño. Y
resulta que no se duerme nunca más, y que su vida cambia rotundamente. La
sorpresa más grande es que el cambio hacia el insomnio crónico le pega bien, su
vida mejora sustancialmente, la gente que lo frecuenta lo nota mucho más
tranquilo, vive relajado, no confronta con nadie, logra la tan ansiada e
imposible paz total en vida. Obvio que otras cosas empiezan a funcionar mal, ya
sabemos que no dormir produce efectos terribles en la salud de los seres vivos.
Pero cuando consulta con un médico, este le hace estudios y en verdad lo ve
mejor en muchos aspectos, aunque le advierte que debería dormir de vez en
cuando, porque sino el resultado será la muerte. Pero el resultado de su otra
vida más alterada, en la que dormía religiosamente las mismas horas todos los
días, lo estaba llevando al mismo camino también. En este punto el médico no
está seguro cuál de los dos estilos de vida lo puede llegar a matar primero.
Probablemente sea lo mismo. Es más, el doctor se sincera y concluye en que es
la misma cosa, que morir se va a morir igual, y que nadie puede predecir esa cuestión,
por lo que le termina aconsejando que haga lo que le genere mayor felicidad: “si
es feliz sin dormir, no duerma. Si es feliz durmiendo, duerma”. Entonces el
tipo no duerme más y es feliz hasta que la muerte lo separa por completo del
mundo de la vigilia, y comienza el sueño eterno, lo cual es una paradoja propia
de una historia que no creo que nos sirva para llegar a ninguna conclusión
interesante. Pero no importa, es algo. Una historia cambia las cosas aún sin
quererlo. Y lo que queríamos era ver qué pasa con este día y no mucho más. Eso,
es un día muy lindo en la esquina de Francia y Garay, no me voy a meter con
otras latitudes y longitudes que desconozco. Pero es verdad que no todo lo que
brilla es el sol, y que muchas cosas brillantes que inventó el hombre son
explosivas, y que eso se lleva una cantidad de vidas que no puede dejar de
sorprenderme. Y perdón por eso, porque sé que veníamos bien, pero la frase de
Lamborghini retumba en mi cabeza desde el momento en que decidí dar un paseo
por los portales informativos del mundo. Uno siempre sesgado y justificador de
muertes, como si hubiese algún tipo de diferencia entre cadáveres de seres
humanos, ya sea por religión, país, opinión política, equipo de fútbol o color
de piel. Entonces pasan los años, la Historia continúa, y nada nuevo en el
capítulo siguiente de la Humanidad: seguimos encontrando excusas para
justificar asesinatos, para llevar adelante matanzas, para promocionar guerras.
En verdad, dan ganas de apagar el cerebro por unas cuántas décadas, o dejar de
dormir por unos meses, para así dejar de entender lo que es preferible no
entender, para no ver lo que uno ya ve como inevitable. Ojalá pudiera decirte
que mañana va a estar todo mejor, que lo que está pasando ahora, toda esa
violencia sin sentido, todas esas muertes del hombre por el hombre contra el
hombre, va rumbo al final. Amaría tener / sentir esa ingenuidad. Tal vez, lo
único que puedo hacer es recomendarte una película: la última del italiano
Nanni Moretti, y desearte y desearme que las cosas, al menos, puedan ser
cambiadas para mejor a través del arte, y que como en la última escena de esa
película, cantemos y marchemos todxs juntxs bajo banderas de amor y paz, y que
de verdad el Partido Comunista Italiano rompa con el estalinismo, para
hermanarse con el pueblo húngaro reprimido, y que a partir de allí, como
sentencia fantasiosamente Moretti: desde ese día de la década del cincuenta, se
aplicaron las ideas de Marx y Engels, y todavía hoy en Italia se vive en plena
felicidad. La redención de la ficción, un cuento de hadas en el siglo XXI, uno
lleno de guerras en poco más de dos décadas, un siglo que parece más condenado
a la frase de Lamborghini.


*Y va la música de la película nombrada y recomendada:

*************Humildemente, Juan******************lindo encontrarse con películas así**************

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